VIII Festival Internacional de Jazz. Sevilla 1987

cartel 1987

VIII Festival 1987

Algo pasó entre noviembre de 1986 y el mismo mes de 1987. Quedó atrás el extraño y frio
cine Andalucía y se quiso volver a optar por un festival de gran formato al estilo de los que ya se hacían en San Sebastián o en Vitoria. El escenario elegido fue probablemente el único disponible en aquella época el Palacio Municipal de los Deportes ubicado en el Polígono de San Pablo en su calle principal la Avenida de Kansas City, nombre muy adecuado cuando la cosa se trataba de jazz. La octava edición del Festival Internacional de Sevilla posiblemente pueda ser considerada como un punto de inflexión en la trayectoria del festival sobre todo en lo que a la programación se refiere. La organización intentaba atraer a las grandes figuras aprovechando las importantes giras de otoño que se distribuían por toda Europa en un momento donde no había ciudad que se
preciara sin tener un festival de jazz que ofrecer a sus conciudadanos. Los festivales de jazz de mayor o menor formato se distribuían por toda España y se trataba de poder escoger la mejor programación ya que había mucho y bueno donde elegir. El festival intentó recuperar el pulso de los primeros tiempos ofreciendo una programación de impacto para el gran público y desde luego creo que en parte lo consiguió reuniendo una importante concentración de calidad jazzística variada, ejercitada desde la vanguardia, líderes de sus estilos en un momento de la música de jazz donde el mestizaje y la fusión se iban abriendo camino, confluencia de estilos y nuevos recorridos inexplorados. Todo eso se dio cita en ese otoño de 1987. El único problema como siempre el local y eso que se contaba con una nueva infraestructura en Sevilla el Palacio Municipal de Deportes, que ni siquiera se había inaugurado todavía para la actividad deportiva oficial y que el primer gran evento que recibió fueaquella octava edición del Festival Internacional
de Jazz de Sevilla. Pero claro el Palacio de Deportes no era ni estaba diseñado como
auditorio de música por lo que el sonido se convirtió en un verdadero hándicap de difícil, por no decir imposible solución, por lo que el Palacio se convirtió también en una sede efímera de un festival acostumbrado a la trashumancia. Sí ganamos claramente en aforo, el palacio de deportes tiene una capacidad de más de siete mil personas, aforo de los primeros tiempos, que sólo logró llenar el músico más esperado, el trompetista Miles Davis. Manolo Cuervo introdujo innovaciones en el programa dándole una apariencia de diario de noticias en cuyas páginas se hacía una larga semblanza de cada uno de los grupos que actuaron en esta edición. En él también podíamos observar algunos cambios acaecidos en el seno de la Fundación Luis Cernuda, organizadora del festival. Se incorporaba como gerente Jesús Cosano y algún otro detalle como la aparición dentro de las colaboraciones de la empresa “Colectivo Promoción Jazz” tras lo que se reflejaba la creciente influencia de Julio Martí en el proceso de programación del festival, espacio donde en las primeras ediciones el Colectivo Freeway tenía bastante autonomía. Realmente en aquella época Julio Martí controlaba todo el flujo de grupos de
jazz por España, su presencia en el programa o más concretamente de su empresa no hacía más que corrobolarlo.

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La octava edición fue tambien la edición de Miles Davis que fué quien la cerró. No era la primera vez que Miles pisaba Sevilla porque nuevamente se había adelantado
Cita en Sevilla trayéndolo a su segunda edición el 11 de Julio de 1985, pero su presencia
siempre era un acontecimiento y en esa ocasión Miles dejó su huella en Sevilla. La rueda
de prensa antes del concierto fue multitudinaria. En una de sus excentricidades Davis quería comprarle una chaqueta que le había gustado a un periodista. Contó anécdotas y departió con la prensa. Se dejó hacer fotos para delicia de los profesionales que vieron de cerca a uno de los mitos más deseados en una imagen, y dio la impresión y  después lo demostraría, que Sevilla no era una ciudad más para Miles Davis. Esta vez el estadio se llenó y más de siete mil personas recibieron a un Miles Davis que se imponía con su sola presencia.Había grabado el año anterior el disco llamado “Tutu” en homenaje al obispo sudafricano Desmond Tutu, Premio Nóbel de la Paz por su lucha contra el “Apartheid” en Sudáfrica y parte de su concierto se movió por esas claves, introduciendo también temas que había popularizado Michel Jackson como “Human Nature”, toda una declaración de intenciones del momento que vivía Miles y su obsesión de desligarse de etiquetas que intentaran definir su música. Cuando hablamos de la música de Miles Davis  hay que hablar sobre todo de atmósfera y el grupo de músicos que le acompañaban supieron crearla de forma magistral. Las evoluciones de Kenny Garret, nuevamente con nosotros, músico de un extraordinario talento, que llenaba de contenido los silencios intencionados del trompetista y el diálogo repetido de éste con el guitarrista Foley
McCreary eran posible gracias al entramado armónico y rítmico creado por los teclados
de Robert Irwin III y Adam Holzman y el bajo contundente de Darryl Jones, el adorno percusivo de Mino Cinelu y la marcada batería de Ricky Wellman. Música envolvente que durante más de dos horas extasiaron a un público diverso y tolerante con las incursiones musicales de un genio que se adelantó a la historia de forma recurrente en su casi medio siglo de actividad.

Del concierto sólo hay que lamentar de nuevo la deplorable sonoridad que ofrecía el Palacio Municipal de Deportes. Pero Miles Davis estaba interesado en Sevilla y permaneció un día más en nuestra ciudad, día en el que se dedicó a visitar alguna galería o estudios de artistas sevillanos ya que estaba especialmente interesado, vaya usted a saber por qué, en la pintura que los jóvenes artistas sevillanos hacían en esos momentos. Fue un día de visitas a galerías, estudios y exposiciones y de un contacto fluido con los artistas que fueron formando un cortejo animado a lo largo de toda la jornada y que terminó al parecer en la habitación de su hotel, tocando en privado para ese pequeño grupo exclusivo, aunque eso puede
ser una leyenda urbana de las que siempre han rodeado al maestro. Era desde luego un
agradecimiento especial para ese grupo de artistas que compartieron con él su tiempo y que finalmente él también correspondió regalándoles algunos dibujos que había ido haciendo a lo largo de la jornada. Estos dibujos fueron posteriormente publicados por la Fundación Luis Cernuda, gracias a la cesión de los mismos por sus propietarios, en una carpeta realizada con diseño de Manolo Cuervo para la doceava edición del Festival Internacional de Sevilla, en noviembre de 1991, fecha que coincidía con la muerte, dos meses antes, del genial trompetista. Dos conciertos de Miles Davis en Sevilla, en
un periodo de dos años, marcaron un hito para los que somos mitómanos de esta música. Sonó mejor el de Cita en Sevilla pero dejó señales indelebles el de la VIII edición del Festival Internacional de Jazz de Sevilla.

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