XIV Festival Internacional de Jazz de Sevilla

cartel 1993

XIV festival 1993

Con el mismo formato de la anterior edición pero con una programación más cuidada al
mismo nivel de las mejores ediciones a pesar de que sufrió múltiples cambios sobre lo inicialmente previsto que figuraba en el programa y cartel impreso, y un día más de concierto comenzó el último día de octubre la que iba a ser la penúltima edición del Festival Internacional de Sevilla, de nuevo en el Teatro de la Maestranza, que parecía establecerse como sede definitiva para la cita del jazz en otoño. Es la gerencia del teatro, encabezada por Francisco Senra, la que se hará cargo de la gestión del festival aunque la Fundación Luis Cernuda todavía mantuvo una relación de colaboración para su desarrollo.
Abrió el festival el 30 de octubre uno de los grandes vibrafonistas de la historia del jazz, Milt Jackson, componente del mítico “Modern Jazz Quartet” con el que había visitado nuestra ciudad pero en el marco de Cita en Sevilla unos años antes. En esta ocasión Milt Jackson se presentó con un cuarteto completamente distinto al que habían anunciado los carteles, una sólida formación que iba a estar constituida por el pianista Cedar Walton, el contrabajista John Clayton y el batería Billy Higgins, éste último nos había visitado anteriormente en dos ocasiones. Sin embargo y por razones no explicadas la sección
rítmica que finalmente acompañó a Milt Jackson estaba conformada por Michael Landone al piano, Ira Coleman al contrabajo que también nos había visitado junto al trompetista Freddie Hubbard en 1985, y de nuevo, catorce años más tarde, el batería que acompañó a Johnny Griffin en la primera edición del festival Kenny Washintong. Notas precisas, elegancia sin límites, blues de alta graduación y una gran solvencia técnica fueron los elementos que conformaron la actuación de este primer día en la que no hubo todo el público que se esperaba quizás por una deficiente difusión de los conciertos como achacaba algún medio o quizás un reflejo incipiente de una grave crisis económica que se iba acentuando en nuestro país y que en Sevilla era especialmente visible después del espejismo que vivimos con la Exposición Universal de 1992. Para el día 1 de noviembre estaba programado de nuevo el pianista Abdullah Ibrahim, que había actuado en ediciones anteriores del festival así como en Cita en Sevilla, pero finalmente cayó del cartel y en su lugar pudimos disfrutar de nuevo de la música del pianista dominicano
Michel Camilo, músico ya muy popular para el público de Sevilla y que acudía con su
trío de siempre, el que él denominaba “Original”,formado por el bajista Anthony Jackson
y el batería Dave Weckl, ya que fue con la formación que actuó por primera vez en Estados Unidos en el Cannegie Hall y que mantuvo durante más de diez años. Michel Camilo y su “Original Trío”, deleitó de nuevo a un público muy cómplice del sentido de su música, rescatadora de sonidos sureños e interpretada con un virtuosismo asombroso.En un escenario bastante más apropiado para un músico de sus características, que el de su anterior intervención dentro del festival en su
quinta edición, en la “original” ubicación de la carpa del solar de la Maestranza donde se
había enfadado con el público por su excesiva tendencia a fumar, el saxofonista barítono Gerry Mulligan se presentaba de nuevo en Sevilla. Tras una intervención el año anterior dentro de la programación de la Expo 92 en el homenaje que se hizo a Miles Davis y en un escenario distinto, el Teatro de la Maestranza, construido precisamente sobre ese solar que lo acogió en 1984. Pero ese 3 de noviembre de 1993 el saxofonista estaba a gusto. Su concierto, acompañado de un sólido grupo formado por el pianista Bill Mays, que también formaba parte de su banda en la quinta edición del festival aunque realmente el inicialmente anunciado para este concierto era Ted Rosenthal, el contrabajista Dean Johnson y el batería Ron Vicent, fue una demostración de gusto por la música bien elaborada dotada de fuerza expresiva y emotividad. El público así lo entendió, aunque su asistencia no fue masiva y eso probablemente comenzaba
a ser un síntoma. Algo estaba pasando cuando el teatro no se llenaba para ver una de las grandes figuras de la historia del jazz. El día 8 de noviembre actuó la figura más esperada de esta edición del festival, la cantante Betty Carter. Realmente la expectación fue bien satisfecha para ese público que, sin llenar, acudió esa noche al Maestranza, y lo fue no sólo por la magnífica interpretación de Betty Carter que demostró estar en la primera línea de las vocalistas de jazz de la época, con una personalidad y capacidad escénica que cautivaron, sino también porque tuvimos el lujo de poder ver los extraordinarios músicos que la acompañaban, nada más y nada menos que la pianista
Gery Allen, el contrabajista Dave Holland y el batería Jack DeJohnette, cada uno de ellos
líderes de sus formaciones y referencia para la música de jazz en los últimos treinta años
y probablemente la sección rítmica de mayor nivel que había pasado por el festival. No habían abundado las cantantes de Jazz en el festival de Jazz, Betty Carter cerró el cuarteto de grandes cantantes que pasaron por Sevilla. Carmen McRae en 1984, Sarah Vaughan en 1986 y Nina Simone en 1992, fueron sus compañeras de viaje por este festival y tendríamos que esperar hasta hace pocos años para volver a ver a grandes divas del jazz en los Ciclos de grandes Intérpretes del Teatro Maestranza cuando
asistimos a los conciertos de Cassandra Wilson en 2009 y Dianne Reeves en 2010, no considerando desde luego a Madelaine Peyroux, que también actuó en ese mismo ciclo, miembro de ese club tan exclusivo. Desde luego hay que hacer mención, como anteriormente comentaba, a la presencia del contrabajista Dave Holland y el batería Jack DeJohnette dos leyendas de esta música, el primero muy ligado al sonido ECM pero con múltiples experiencias con los grandes: Miles Davis, Chick Corea, Sam Rivers y un largo etcétera y que en los últimos años se ha acercado al mundo del flamenco junto con el guitarrista José Antonio Carmona “Pepe Habichuela” gracias a un proyecto puesto en
marcha por el Teatro Central. Bajo contundente pero con un sentido de la armonía poco común en el instrumento, siempre abierto a todo tipo de influencias y experiencias musicales. Jack DeJohnette, músico completo, también pianista y compositor con un estilo único como baterista en donde incorpora todo tipo de tradiciones musicales siendo considerado a veces, en su larga trayectoria en la batería, más como un percusionista. Sin embargo DeJohnette ha sido reclamado por todos los grandes para construir
el entramado rítmico donde elaborar su música. En ese escenario la batería deja el primer plano y se convierte en un sólido soporte lleno de delicadeza e inteligencia musical que alcanza todavía su máxima expresión en el trío formado por el pianista Keith Jarrett, el contrabajista Gary Peacock y él mismo, formación que lleva más de 30 años tocando “standars” de jazz a una altura difícil de ser superada. Y por supuesto Gery Allen  una singular pianista recientemente fallecida (2017) , sensible en su forma de tocar y capaz de conducir por los mejores entornos la audaz voz de Betty Carter. Con estos mimbres la vocalista sólo tenía que hacer lo que sabía hacer; poner sus registros al servicio de grandes temas, interpretarlos desde su personal perspectiva, “Lover
Man”, “I’m all smiles,… para terminar rememorando a John Coltrane con una inesperada
versión de “Giants steps”. Un verdadero “paso de gigante” hacia el mundo de la música bien hecha e interpretada que nos dejó pegados a la butaca del Maestranza rezando para que aquello no acabara. El festival finalizó al día siguiente con una magnífica banda que parecía, al menos como fue anunciada al principio, un resumen de la historia de un festival de jazz que estaba cercano a desaparecer. Efectivamente bajo la denominación
“Roots Salutes The Saxofones” que pretendía ser un homenaje al instrumento en su versión y sonido más moderno, se presentaba un septeto formado por el pianista Don
Pullen, el contrabajista Wayne Dockery y el batería Idris Muhammad, que darían soporte a un importante elenco de saxofonistas formado por Arthur Blythe, Sam Rivers, Chico Freeman y Keith Anderson. Finalmente esta especie de retrospectiva de la historia del festival quedó amortiguada por la caída del cartel del pianista Don Pullen y el  saxofonista Sam Rivers, que fueron sustituidos por el pianista George Gable y el saxofonista Dewey Redman respectivamente. El resultado no convenció especialmente,
ya que se notaba demasiado que era una formación de circunstancias, reunida para una gira improvisada, donde no se visualizaba por ninguna parte un proyecto común o al menos un interés de los músicos por construir un discurso musical coherente, más allá de sus propias habilidades técnicas como instrumentistas. Terminaban aquí las ensoñaciones de los que pensaban que el Teatro Maestranza sería una sede estable para el festival. De hecho aunque la última edición también lo albergaría, realmente lo haría de forma parcial, relegado a la sala accesoria del teatro, con un aforo para poco más de 200 personas. En realidad el festival carecía de estructura propia y cada día se parecía más a un ciclo de conciertos programados dentro de la dinámica de un Teatro pensado para otros menesteres. El festival aparecía como un elemento ectópico que probablemente distorsionaba la gestión “normal” del teatro, lo cual llevaba a sus responsables, probablemente, a considerarlo como una molestia que además estaba fuera de su capacidad de decisión que correspondía a otra institución, en este caso la Fundación Luis Cernuda, institución que empezaba a afrontar su propia crisis y posterior desaparición.

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